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Date added: 11.4.2015
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Sí, Melisa era una tía dura, el grupo ya lo había experimentado. Pero la mayoría de los tíos del grupo estaban completamente locos por su aspecto, y no habrían querido otra cosa que tenerla en sus manos. Melisa tenía el pelo rojo claro, que llevabaMoreSí, Melisa era una tía dura, el grupo ya lo había experimentado. Pero la mayoría de los tíos del grupo estaban completamente locos por su aspecto, y no habrían querido otra cosa que tenerla en sus manos. Melisa tenía el pelo rojo claro, que llevaba extremadamente corto, siguiendo las reglas del ejército. Sin embargo, este pelo corto hacía resaltar bien sus magníficos ojos verde esmeralda. Además, tenía una boca que parecía encarnado de por sí, aún sin que llevara rojo de labios. Su estatura de casi 1,90 m reforzaba la impresión imponente. Era muy esbelta, y el traje caqui militar que llevaba no podía ocultar el hecho de que debía disponer de una copa C muy bien formada.De las otras mujeres que conocí en el cuartel, Anita debe haber sido la más guapa. Anita no era una miliciana, sino una voluntaria. En ese tiempo las chicas no tenían que hacer servicio militar, pero podían apuntarse voluntariamente al ejército. Anita era una de ellas. Tenía el pelo corto y castaño, con grandes ojos marrones que realzaban su magnífica carita. Sus labios llenos parecían irradiar toda sensualidad. Además era de 1,75 m y era plantado perfectamente esbelta. Bajo su uniforme militar llevaba sin duda unas grandes copas D. Entre los chicos había una atmósfera típica que solo se encuentra en los lugares donde hay un grupo de hombres de todas clases, agrupados durante cierto tiempo. Por la noche iban en grupo al bar, donde cortaban, arrimados a la barra, los chistes más rancios. Desde luego yo participió ensioso, porque no quería llamar la atención, ya que sólo me habría llevado a fastidios. Admitir que era todavía virgen era la peor cosa que podía haber hecho, de modo que intenté presentarme como muy crítico, como si ninguna mujer fuera lo suficientemente buena para mí. Afortunadamente tenía una novia a la que siempre podía referir si se me preguntaba porque no intentaba ligar con una alemana en los bares locales. El principal tema de conversación entre los chicos eran, por supuesto, las mujeres y se daban puntuaciones a su aspecto. Los chicos estaban locos por Melisa, que conseguía marcas máximas debido a sus pechos perfectos y a su aspecto provocativo. No obstante ninguno se atrevía a hacerle unos avances porque sentían la impresión que Melisa era del tipo de mujeres que tomaban el mando en sus propias manos y que no dejaría que la sedujeran. Anita también caía en gracia a los chicos. Cuando se hablaba de pechos muchos de ellos preferían el mayor tamaño y su aspecto voluptuoso ya había vuelto loco a más de un chico. Muchos habían probado sus posibilidades con Anita, pero ella siempre les había rechazado. Ese viernes, 15 de agosto -la fecha se quedará grabada indeleblemente en mi memoria- yo seguía mi rutina diaria. Por la mañana salté de la cama a las seis y media, y después de lavarme, hice la cama diligentemente. Me aseguré de que todo pareciera como una plata para estar seguro de no recibir una reprimenda de nuestra sargento. El fin de semana era inminente y quería asegurar que podría ir a casa. Unos cinco minutos antes de que tuviera lugar la inspección de la habitación tuve que dejarla un momento para ir al baño. En el pasillo nota a mi izquierda a Melisa que estaba consultando animadamente con Anita. Cuando las pasé Melisa le guiñó un ojo brevemente a Anita, y se dibujó una sonrisa en su cara. Después de pasarlas realmente tuve la sensación de que me vigilaban. El Ejército Te Hará Un Hombre by Cristiane Santos